lunes, 21 de marzo de 2011

2° Hallazgo


Él mismo se consideraba guatemalteco. Honduras lo reclama, puesto que nació en sus tierras. Pero para la literatura no hay fronteras y el centroamericano Augusto Monterroso (1921-2003) ha quedado petrificado en la gran caverna de las letras hispanas como el máximo expositor del microrrelato (recordemos el cuento que le haría famoso: “El dinosaurio”). Dedicó buena parte de su vida para luchar contra la dictadura guatemalteca; durante el exilio, México sería su segundo hogar. Fábulas, aforismos, cuentos cortos, su obra fue una nebulosa del género breve en la que plasmaría la excelencia de un autodidactismo inminente, cargado de mordaz ironía, sencillez, complicada simpleza en la forma y crítica inteligente en el contenido, conjunto que crearía así una de las fuentes de originalidad más emblemáticas de la literatura hispanoamericana. Su obra es vasta, aunque corta. La brevedad se queda en las palabras, pero la inteligencia de sus cuentos sobrepasa todas las páginas posibles.  Acontinuación ha sido extraído de las rocas uno de sus cuentos más conocidos:

***

La rana que quería ser una rana auténtica

Augusto Monterroso
Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo. 



Texto extraído de www.ciudadseva.com
No dejes de leer otros cuentos de Monterroso aquí
En el Centro Virtual Cervantes puedes encontrar un espacio con excelente información acerca de Tito y su obra.
    

2 comentarios:

  1. Es impresionante la manera como Augusto Monterroso plasma en este texto toda su ironía y toda la verbosidad sobre la negligencia que acaece cuando el ser humano se preocupa de lo que dirán los otros de su persona. ¿Acaso narciso se creía hermoso para sí o para los otros? Debemos considerarnos únicos y particulares y, pese a que la sociedad hoy en día nos infunde la importancia de parecer como el resto, siempre tenemos que sobreponer nuestro deseo sobre el deseo de los demás. El hombre, como la rana, llega hasta a "quitarse las ancas" para lograr parecer más "autentico". Negligencia mayestática, puesto que, como termina el cuento: "qué buena rana, sabe a pollo", la comparación es inherente al ser humano, puesto que este es un ser aprehencibo. Y en dicha aprehención se establecen los parámetros para relacionar el resto de cosas. Por tanto, debemos de mermar la importancia de lo que digan los demás al punto de tomarla en consideración, pero no de prima obediencia. El cuento relata este sentido de vida, fabulado en el personaje de una rana, cuya característica originalidad era lo que la hacía ser lo menos auténtica posible.

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  2. Lo que asusta, y a mí me asusta, de Monterroso, es la simpleza con que escribe. Uno, como escritor novato, al menos en mi caso, vomita palabras y palabra y palabras con tal de decir algo con sentido. Este hombre lo consigue con tan poco. Y no se enreda y no nos enreda con sus palaras. He leído otros cuentos de Monterroso y es impresionante la manera tan breve en que escribe, adisionándole a esto esa ironía tan caracterísitica. En verdad que este cuento es uno de los más famosos, me lo he encontrado muchas veces. Como buen fabulista, Monterroso recrea la situación humana a través de un animal. Y nos deja una moraleja: Andamos buscando la autenticidad en terrenos que nos hacen ser menos auténticos. Y sobre eso, nos importa tanto el que dirán los demás acerca de nuestra forma de vestir, de actuar, de nuestra imagenen en sí. A veces llegamos a un punto exagerado de lo que queremos ser sin darnos cuentas que atrás dejamos de ser lo que nos hace, o escondemos nuestra propia identidad buscando ser algo que no somos. Entonces el mundo se encarga de destruirnos y decirnos que parecemos cualquier cosa, menos nosotros mismos. Hay en este cuento un impulso a, no a aceptarnos tal y como somos, sino a que antes que eso, hay que conocernos. Y muchos de nuestros problemas residen en que no nos conocemos. Vivimos evitándonos. Huyéndonos.

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